La vida práctica y ceremonial cristiana

Resumen

La vida cristiana no es fácil, ya que comienza con una cruz (Lucas 14:27), pero es la mejor vida que se puede desear y tener.

Cuando alguien obedece al Evangelio de Cristo, llega a ser miembro de la iglesia de Cristo, un hijo en la familia de Dios; esta es una gran bendición y privilegio. Pero como frecuentemente es el caso de cualquier otra bendición o privilegio que gozamos, ser miembro de la familia de Dios conlleva responsabilidades solemnes. Hay dos aspectos inseparables de la vida del nuevo cristiano como miembro de la iglesia de Cristo:

  • La vida práctica del cristiano

  • La vida ceremonial del cristiano

El apóstol Pedro hizo referencia a la totalidad de la vida cristiana («la vida y la piedad»)[1] en 2 Pedro 1:3, señalando que se nos ha provisto todas las cosas que se relacionan a ella. Ciertamente, las Escrituras contienen todo lo que se necesita para que «el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:16-17).

La vida práctica del cristiano

El cristianismo no es una actividad que se realiza solamente los domingos cuando la iglesia se reúne para adorar a Dios, sino es una actividad constante: un camino diario (Gálatas 5:25; Efesios 4:1; 5:8; Colosenses 1:10; 1 Tesalonicenses 2:12) modelado según la vida de Cristo mismo. El apóstol Juan escribió: «El que dice que permanece en él [en Cristo], debe andar como él anduvo» (1 Juan 2:6). ¿Cómo anduvo Cristo?

En amor

Cuando un intérprete de la Ley preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «¿cuál es el gran mandamiento en la ley?» (Mateo 22:36), Jesús respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente» (vs. 37). Luego señaló el segundo mandamiento en importancia: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (vs. 39), y dijo que toda la Ley depende de estos dos mandamientos (vs. 40; cf. Romanos 13:9-10). En Juan 13:35, dijo: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (cf. 1 Juan 4:7-21). De hecho, el amor verdadero (1 Corintios 13) es la marca distintiva del cristianismo.

Pero el amor bíblico no es una simple emoción, sino es determinación que se manifiesta en acción. En cuanto a nuestro amor a Dios, es la determinación de cumplir todo lo que Él manda (Juan 14:15) y de la manera que Él lo manda (cf. Josué 11:15; 1 Reyes 2:3). En cuanto a nuestro amor al prójimo, es la determinación de hacer lo que está a nuestro alcance para producir su bien mayor (cf. Lucas 10:30-35), incluso si esto significa que alguna vez debamos exhortarlo por algo o privarlo de algo (cf. Hebreos 10:25; 2 Tesalonicenses 3:10).

Nuestro amor a Dios nos insta a obedecerlo, honrarlo y glorificarlo como Él lo merece, en cada momento de la vida (Salmos 86:12). Nuestro amor a la hermandad cristiana nos insta a vivir en armonía como iglesia y familia de Dios (Hechos 2:42-45; Romanos 12:10). Nuestro amor a todo ser humano nos insta a proteger a los débiles (Santiago 1:27), compadecernos de los que sufren (Romanos 12:15), buscar la paz con nuestro prójimo (Romanos 12:18), ayudar a los necesitados (Romanos 12:20), vivir como ciudadanos obedientes (Romanos 13:1-7) y hacer el bien a todos, incluso a nuestros enemigos (Mateo 5:38-48). Esto permite que Dios sea glorificado por medio de nuestras obras (Mateo 5:16).

En santidad

La santidad es uno de los atributos más únicos de Dios, y esta Lo distingue de todos los dioses de manufactura humana. Dios es completamente santo (Isaías 6:3), y Jesús, como Dios, comparte y anduvo en tal santidad perfecta (1 Pedro 1:18-19; 2:21-24; Apocalipsis 3:7). En el aspecto ético, y en relación con Dios, la santidad «denota pureza o integridad perfecta de carácter moral»; en relación con el hombre, denota «pureza de corazón y disposición; …bondad moral, aunque no perfección».[2] Por ende, en su aplicación al cristiano, la santidad es un estado puro de mente que se refleja en actitudes, acciones y palabras puras (2 Corintios 1:12; cf. Romanos 13:12-14).

Dios espera y demanda que Sus hijos sean santos, ya que Él es santo (1 Pedro 1:16); de hecho, el cristiano debe seguir «la santidad, sin la cual nadie verá al Señor» (Hebreos 12:14). Los cristianos han sido santificados para andar en santidad (1 Corintios 6:9-11). La santidad demanda apartarse de toda cosa impura para determinar hacer la voluntad perfecta de Dios (Romanos 12:1-2; Gálatas 5:16-26).

En fidelidad

Jesús es el único que cumplió perfectamente la voluntad del Padre (Juan 8:29) y elevó la fidelidad a su estado más alto y sublime (Apocalipsis 3:14). El apóstol Pablo señaló que la «infidelidad divina» es una imposibilidad absoluta (2 Timoteo 2:13). Ya que Dios es fiel, entonces el cristiano también debe ser fiel. Dios no espera perfección absoluta (ya que ningún cristiano es perfecto; 1 Juan 1:8), pero espera y demanda que el cristiano esté dedicado intensamente a la fidelidad verdadera (1 Corintios 4:2).

La fidelidad del cristiano ante Dios lo insta a cumplir constantemente Su voluntad, incluso en medio de las aflicciones o el peligro de la muerte (Apocalipsis 2:10). Su fidelidad ante el prójimo lo insta a ser una persona digna de confianza (Proverbios 18:24; Juan 15:13). Al final, nuestra fidelidad, o la carencia de ella, será un aspecto decisivo en la determinación de nuestro destino eterno (Mateo 25:31-46).

La vida ceremonial del cristiano

Pero la vida cristiana no solo se trata de la práctica de la bondad, sino también de la devoción o práctica de todos los aspectos religiosos que constituyen la voluntad de Dios. Esto incluye la práctica de aquellas prescripciones amorales o ceremoniales que Dios ha instituido como parte esencial del cristianismo.

La adoración

La adoración es la expresión más grande de gratitud humana ante el Dios que merece todo honor, gloria y poder (Apocalipsis 4:11). La adoración verdadera es fundamental para el cristianismo y está enfocada en Dios, no en el hombre (Hechos 10:25-26; cf. Apocalipsis 19:10; 22:9); es adoración que tiene su fuente en la actitud correcta: la pureza de corazón, y el estándar correcto: la pureza de revelación (Juan 4:24).

Al seguir el patrón apostólico (Hechos 20:7; 1 Corintios 16:2), los cristianos se reúnen cada primer día de la semana (el domingo) para brindar adoración colectiva al Dios del cielo. Cinco actos solemnes componen la adoración cristiana:

  • La enseñanza. La Palabra revelada del Espíritu Santo guía la vida y adoración de la iglesia (Hechos 2:42; 20:7); y cada vez que la iglesia se reúne, Dios es honrado a través de la predicación fiel de la Palabra que instruye, persuade, corrige y reprende (2 Timoteo 3:16-17).

  • El canto. El canto que honra a Dios no es un espectáculo o una exhibición de talento; es la alabanza unida que se discierne con la mente (1 Corintios 14:15), se expresa con el corazón (Efesios 5:19; Colosenses 3:16) y se verbaliza con la boca (Salmos 89:1). El Nuevo Testamento no autoriza los instrumentos musicales, los solos o conciertos en la adoración cristiana.

  • La conmemoración. Se ha dicho que «el hombre que no adora es aquel que ha olvidado». Dios no quiere que los cristianos olviden el sacrificio de Su Hijo, así que ha determinado que un componente de Su adoración sea la conmemoración semanal (Hechos 20:7) de la cena del Señor por medio de los elementos del pan sin leudar y el jugo de la vid (Mateo 26:26-29).

  • La ofrenda. La ofrenda semanal generosa (1 Corintios 16:1-22; 2 Corintios 9:6-15) es una manera en que los cristianos honran a Dios al expresar su amor por Él (al contribuir para cumplir Su santa voluntad), por la iglesia (al contribuir para las necesidades de los santos) y por el mundo (al contribuir para la benevolencia y evangelización de las almas).

  • La oración. Dios es honrado cuando los cristianos perseveran en oración (Hechos 2:42; 6:4; Romanos 12:12), trayendo delante de Él sus peticiones, ruegos y acciones de gracias (Filipenses 4:6). Sus oídos están atentos a las oraciones de Sus santos (1 Pedro 3:12).

La edificación

Los cinco actos anteriores que la iglesia realiza como congregación tienen el propósito principal de brindar adoración a Dios, pero un efecto secundario, aunque importante, es la edificación general de los cristianos. El apóstol Pablo exhortó que, cuando la iglesia se reúne, debe hacerse «todo para edificación» (1 Corintios 14:26). La organización que Dios ha establecido para la iglesia (cf. Efesios 4:11) tiene como fin «perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (vs. 12). Además, la disciplina congregacional de los miembros que regresan a la vida de pecado, como también la restauración de aquellos que se arrepienten de tal vida, es para la edificación y preservación santa de la iglesia (cf. 1 Corintios 5 con 2 Corintios 2).

La iglesia también se edifica individualmente. Cada miembro debe edificar a su hermano a través de palabras de verdad, santidad, ánimo, consuelo, exhortación, perdón y reprensión (Efesios 4:15-16, 29; 1 Tesalonicenses 4:18; 2 Corintios 1:4; Hebreos 3:13; Efesios 4:32; 1 Tesalonicenses 5:14), como también por medio del ejemplo santo (cf. 1 Timoteo 4:11-12). El propósito es fomentar mutuamente la vida en armonía (Romanos 15:5), el amor y las buenas obras (Hebreos 10:24), y la fidelidad en la carrera cristiana (Hebreos 12:1-2). Pero sea que se hable de la edificación general o individual, esta debe tener su fundamento en la Palabra inspirada del Espíritu Santo (Hechos 9:31; 20:32; 1 Pedro 2:2; Judas 20); de no ser así, no glorifica a Dios (1 Pedro 4:11).

El evangelismo

Los cristianos también se interesan por el mundo que está fuera de Cristo. Su amor les guía a ser benévolos con todos, pero la mayor expresión de su amor es su deseo activo de que otros lleguen a ser parte de la iglesia y reciban la salvación que está en Cristo (2 Timoteo 2:10). Este es el deseo de Su Dios (1 Timoteo 2:1-4). Su Maestro los comisionó: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado» (Marcos 16:15-16; cf. Mateo 28:19-20).

Por tanto, los cristianos comparten su fe con otros, no solamente con el ejemplo de sus vidas (Mateo 5:13-16), sino también con las palabras de sus bocas (Hechos 5:42; 1 Pedro 2:9; 3:15; cf. Salmos 105:1). Ellos no se avergüenzan del Evangelio que han obedecido, ya que saben que este tiene el poder de salvar a todos los que creen (Romanos 1:16).

CONCLUSIÓN

Cuando alguien llega a ser parte de la iglesia, su vida cristiana comienza. Esta es una vida diferente a la del mundo; es una vida de servicio a Dios y al prójimo. La vida cristiana no es fácil, ya que comienza con una cruz (Lucas 14:27), pero es la mejor vida que se puede desear y tener. Esta vida le concede al hombre la oportunidad de adorar a Su Creador y Salvador, ser parte de una familia espiritual unida y amorosa, ayudar a rescatar al mundo de las garras de Satanás, y ser heredero de promesas indescriptibles para esta vida y la venidera.

[1] La palabra «piedad» en 2 Pedro 1:3 viene del griego eusebeia, una palabra compuesta de los términos griegos eu (bien) y sebomai (adorar), así que «la idea radical es adoración dirigida correctamente». —Marvin R. Vincent, Estudio de palabras en el Nuevo Testamento [Word studies in the New Testament] (Nueva York: Charles Scribner’s Sons, 1905), 1:676.

[2] Aunque el Diccionario Webster de 1828 no es un diccionario bíblico, provee el concepto de santidad en armonía con el entendimiento bíblico. —«Santidad» [«Holiness»], Diccionario Webster [Webster’s dictionary], 1828, http://www.webstersdictionary1828.com/Dictionary/holiness.