El Todo del Hombre

Resumen

Sin Dios, todo es vanidad. Pero el todo del hombre no es vanidad cuando su todo es temer a Dios y guardar Sus mandamientos.

Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad. Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; e hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios. Procuró el Predicador hallar palabras agradables, y escribir rectamente palabras de verdad. Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor. Ahora, hijo mío, a más de esto, sé amonestado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne. El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala (Eclesiastés 12:8-14).

¿Por qué hacemos las cosas que hacemos? ¿Por qué incomodarse en levantarse en la mañana si se volverá a dormir en la noche? ¿Por qué construir una casa que un día alguien demolerá? ¿Por qué acumular dinero si fácilmente se lo puede perder o se devalúa? Salomón percibió que nada realmente cambia en el mundo natural o en el curso de eventos humanos, y él tuvo temor de que ninguna de sus grandes obras pasaría la prueba del tiempo. Si las obras de los grandes reyes perecen, ¿qué posibilidad hay en cuanto a nuestras propias obras? ¿Qué podemos hacer que realmente importe? ¿No es todo vanidad? ¡No necesariamente!

Sin Dios en el centro de la vida, realmente nada tiene significado. Considere el universo: “Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena” (Eclesiastés 1:7). [Note cuidadosamente que todos los términos en negritas en este artículo se traducen de la misma palabra hebrea]. La tierra repite el mismo ciclo en su órbita interminable alrededor del Sol. ¿Por qué? Si Dios no supervisa el proceso con algún propósito, entonces “todo es vanidad” (1:2). Lo mismo se aplica a cualquier esfuerzo que no tiene en cuenta a Dios; nada tiene significado. Salomón escribió: “¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece” (1:3-4). Cuando vio que sus obras podían caer en manos de alguien necio, el rey se afligió “de todo el trabajo” en que se había afanado (Eclesiastés 2:20).

¿Qué acerca de la fortuna? Él tuvo riquezas más grandes “que todos los que fueron antes de [él] en Jerusalén” (2:7). No hubo placer que se hubiera negado (2:10-11), pero ya que el dinero no puede comprar vida eterna o felicidad, era inútil sin un propósito mayor. Salomón descubrió esto incluso en el caso de la sabiduría, la cual tuvo más que “todos” (1:16). Su sabiduría también le causó gran dolor y aflicción de espíritu (1:17-18; 2:14-16). Sin Dios en el centro de la vida, incluso la vida misma no tiene significado. Viendo que moriría, así como el necio muere y que “todo será olvidado” (2:16), el rey “aborreció la vida” y declaró otra vez que “todo es vanidad” (2:17).

Sin Dios en el centro de la vida, no hay propósito para ningún tiempo de la vida; ¡pero con Él, cada tiempo tiene su propósito (3:1)! Además, sabemos “que todo lo que Dios hace será perpetuo” (3:14). En breve, si mi vida y las obras que hago son solamente para el presente, entonces, “todo es vanidad”, pero si mi vida es eterna y mis obras me siguen en el más allá, ¡entonces todo no es vanidad! Si Dios está en el centro de mi vida, repentinamente todo cobra significado. El todo del hombre no es vanidad cuando su todo es temer a Dios y guardar Sus mandamientos (12:13). Si buscamos riquezas solamente para tener más, o buscamos sabiduría solamente para ser más inteligentes, entonces “todo es vanidad”, pero si todo esto es para agradar a Dios, entonces el universo, nuestra labor e incluso las cosas materiales tienen propósito. Además, si “Dios traerá toda obra a juicio” (12:14), entonces todo no carece de significado; toda elección que hago tiene significado eterno. Si Dios es el centro de mi vida, puedo saber que mi labor no es en vano (1 Corintios 15:58). Si Él es el centro de mi vida, entonces guardaré Sus mandamientos (Eclesiastés 12:13).

¿Cuál es la conclusión? ¿Es todo vanidad? ¡No si su todo es temer a Dios y guardar Sus mandamientos!