“Ni Una Jota Ni Una Tilde”

No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido (Mateo 5:17-18).

En cada aspecto de Su vida en la Tierra, Jesús puso gran énfasis en las Escrituras. Desde una edad temprana, las estudió seriamente (Lucas 2:40-52); y durante Su ministerio, apeló a ella para responder las preguntas de la gente (Mateo 19:3-9,16-22; 22:29-33; Lucas 18:31-33). Usó las Escrituras cuando predicó en las sinagogas (Lucas 4:14-21), cuando enseñó a Sus discípulos (Lucas 24:25-46), y cuando reprendió a los que estaban en error (Mateo 21:12-17; 15:1-9; 26:54). Dependió de las Escrituras cuando fue tentado en el desierto (Mateo 4:1-11), cuando fue arrestado en el huerto (Marcos 14:48-49), y cuando murió en la cruz (Mateo 27:39-43). Si Jesús, Quien tuvo toda potestad (Mateo 28:18), puso gran énfasis en las Escrituras, ¿no deberíamos nosotros hacer lo mismo?

Las cosas pequeñas también pueden tener importancia. En referencia a las Escrituras, Jesús declaró que ni una jota (la letra más pequeña en el alfabeto hebreo) ni una tilde (una marca pequeña) pasarían de la ley sino hasta que todo se cumpliera. Estos trazos pequeños pueden marcar gran diferencia en el significado de las palabras hebreas. Si se omite la “jota” de una palabra hebrea, esta puede cambiar de “casa” a “hija”. Si se coloca una tilde en el lugar equivocado, una palabra puede cambiar de “alabar” a “herir” o de “proteger” a “destruir”. Jesús dio la garantía del Cielo de que la Palabra había sido preservada y seguiría siendo preservada de la corrupción hasta que su propósito se hubiera cumplido. Jesús también mostró aquí que el Cielo pone atención a los detalles cuando se trata de las Escrituras.

Cuando leemos la Palabra de Dios, necesitamos poner atención a estos detalles. Por ejemplo, cuando Jesús lidió con los saduceos en cuanto a la resurrección, señaló las palabras de Dios a Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Mateo 22:32; cf. Éxodo 3:6). Jesús argumentó que, ya que Dios habló de los patriarcas en el tiempo presente aun cuando ellos ya habían muerto, entonces la conclusión es que ellos estaban vivos en algún lugar. Podemos concluir según el argumento de Jesús que debemos poner atención al tiempo de los verbos que la Escritura usa (vea también Romanos 4:17-22).

Adicionalmente, el número de los sustantivos o pronombres puede marcar diferencia. Pablo habló del número singular de una palabra: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16; cf. Génesis 22:18). Pablo afirmó con esto que Dios usó “simiente” en singular en vez de plural (“simientes”) ya que la referencia era a Cristo. Ya que Jesús dijo a Pedro, “sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18), ¿cree que es importante el hecho que Jesús dijo “iglesia” en vez de “iglesias”?

Cuando leemos y estudiamos la Palabra de Dios, debemos emplear sumo cuidado para usarla correctamente (2 Timoteo 2:15), teniendo en cuanto que los detalles importan. Ninguna literatura sin inspiración puede jactarse de profundidad más grande que de la Biblia. Si el Cielo consideró adecuado preservar las pequeñas jotas y tildes, entonces nosotros debemos considerar cada palabra seriamente y tratar de entender cómo puede instruirnos y cómo podemos aplicarla en la vida.