Los 5 Pasos de la Salvación: Arrepentirse

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¿Es el mandamiento más difícil en la Escritura amar al prójimo como a sí mismo (Lucas 10:27)? ¿Tener un corazón puro (Mateo 5:8)? ¿Esperar hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales (1 Corintios 6:18)? ¿Ser bautizado para la remisión de los pecados (Hechos 2:38)? ¿Amar al enemigo (Mateo 5:44)?

Estos pueden ser retos enormes para muchos de nosotros, pero ninguno es el más difícil. El mandamiento más difícil se encuentra en Hechos 17:30: “Dios…ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”. El erudito en Biblia, J.W. McGarvey, dijo que si hoy Dios estuviera dando dones milagrosos, él no pediría el don de sanidad, profecía o lengua. En cambio, sobre todos los demás, pediría el poder de causar que los hombres se arrepientan. La gente no cambia sus mentes y vidas muy fácilmente. Ya que el arrepentimiento involucra las dos cosas, es desafiante. Además, el arrepentimiento implica que se está en el camino equivocado (Lucas 13:3), y nadie quiere admitir que ha estado equivocado.

TRES REQUERIMIENTOS QUE APRENDER

El arrepentimiento es (1) un cambio de mente (2) producido por la tristeza según Dios (3) que da como resultado una reforma de vida. Ya que los pensamientos guían a las acciones y las decisiones al comportamiento (Proverbios 23:7), el proceso de arrepentimiento comienza en el corazón. El hombre impío debe abandonar sus pensamientos (Isaías 55:7). Algunas veces la Biblia llama a este proceso “morir al yo” (cf. Gálatas 2:20; Colosenses 3:5-6).

La tristeza piadosa debe motivar este cambio. Pablo escribió: “Ahora me gozo porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Corintios 7:9-10). La tristeza mundana es el resultado de las consecuencias negativas del pecado, y puede causar una reforma, pero no hay salvación en eso. Un adúltero puede dejar a su amante solamente para salvar su matrimonio; un alcohólico puede dejar su botella para salvar su hígado; un político puede limpiar su lenguaje para tener más electores. Aunque estas cosas pueden ser beneficiosas a corto plazo, no pueden salvar el alma. Pero cuando una persona deja el adulterio, el alcohol y las palabras soeces como una respuesta del aprendizaje y la obediencia al Evangelio, puede ser salva eternamente.

El arrepentimiento culmina en la reforma de vida. No podemos regresar al pasado y cambiar un solo ayer, sin importar lo mucho que queramos deshacer ciertos pecados. Sin embargo, tenemos el control del hoy y del mañana. Puede ser muy demandante abandonar el estilo de vida pecaminoso (Mateo 19:6-9; 1 Corintios 6:9-11; cf. Esdras 10:2-3; Mateo 14:1-4) y los placeres del pecado (Efesios 2:3), pero se requiere esto (Lucas 13:3; Romanos 6:13). Una maestra de niños preguntó a su clase qué significa “arrepentimiento”. Un niño respondió: “Es sentirse triste por tus pecados”. Una niña le corrigió, diciendo: “Es sentirte lo suficientemente triste como para dejarlos”.

Algunas veces podemos pensar de la misma manera que un niño de cuatro años a quien no le gustaba el agua y el jabón, especialmente cuando su madre lavaba su cara y sus orejas. Ella trató de razonar con él, y le preguntó: “¿No quieres ser limpio?”. Él pensó por un momento y respondió: “Sí, ¿pero no puedes solo sacudirme algunas veces?”. Los penitentes verdaderos no desean una sacudida superficial, sino un lavamiento completo (Salmos 51:2; Hechos 22:16).

TRES RAZONES QUE CONSIDERAR

Al hacer esta decisión para seguir a Cristo, se debe considerar cuidadosamente las elecciones (Lucas 14:26-33). Aquí hay tres razones para arrepentirse:

Principalmente, debe arrepentirse para ser salvo de sus pecados (Hechos 2:38). Ninguna persona responsable ha sido salva o será salva sin el arrepentimiento (Lucas 13:3). Esta es una doctrina para todos los hombres en todo lugar (Hechos 17:30). Será una pregunta en el examen final de Dios (Hechos 17:31; 2 Pedro 3:9). La eternidad en el cielo o el infierno está en la balanza de la decisión del arrepentimiento (Mateo 25:31-33).

Debe arrepentirse para disfrutar vida abundante ahora. A diferencia de la opinión popular, los pecadores no disfrutan la vida más que los cristianos (cf. Proverbios 13:15; 1 Pedro 3:10-11). Jesús prometió vida abundante aquí y ahora (Juan 10:10), y el cielo después de esta vida (Juan 14:1-2).

Debe arrepentirse para restaurar el propósito y utilidad de su vida. ¿Cómo se sentía el pródigo en cuanto al propósito de su vida mientras alimentaba a los cerdos (Lucas 15:11-32)? En el laboratorio de Michael Faraday (1791-1867), un trabajador derribó una taza de plata en un tanque de ácido. El hombre vio que la taza se desintegraba rápidamente. Pero Faraday se apresuró y tomó una botella de un armario y vació un químico en el tanque. La plata se precipitó al fondo, y él la recobró, y envió la masa sin forma a un platero para que le diera forma otra vez. El arrepentimiento hace esto por nosotros. Después que el pecado ha dañado la imagen de Dios en nosotros (Génesis 1:26) y ha desintegrado nuestra influencia positiva ante otros (Mateo 5:15), la sangre de Cristo puede recuperar nuestro valor verdadero y rehacernos a Su imagen (Colosenses 3:10).

TRES OBSTÁCULOS QUE VENCER

Al diablo le importa el hecho que decidamos cambiar bandos. Él colocará tantas barreras como sea posible en nuestro camino a Cristo (1 Pedro 5:8).

Algunos no se arrepienten porque no están conscientes de que son pecadores. Ellos ven a sus compañeros alrededor y piensan que son tan buenos como ellos. Incluso pueden conocer a un “cristiano” y pensar que se comparan favorablemente con él. Ellos no consideran el punto real en tales comparaciones. La pregunta no es, “¿Soy tan bueno como otros?”, sino, “¿Soy un pecador?”. Ya que la respuesta a esa pregunta es “sí” (Romanos 3:23), la siguiente pregunta es: “¿He sido perdonado de mis pecados?”.

En este punto se debe considerar que ser simplemente “religioso” no es suficiente. Frecuentemente las mismas personas religiosas se han opuesto a los propósitos de Dios (Juan 16:2; Hechos 23:9). Debemos asegurarnos que la religión que seguimos sea el cristianismo genuino del Nuevo Testamento. Jesús dijo que no hay salvación en ningún otro (Juan 14:6; Hechos 4:12).

Además, debemos afirmar nuestro llamamiento y elección (2 Pedro 1:10) al comparar lo que se nos enseña con las Escrituras (Hechos 17:11). Mucha gente religiosa enseña doctrinas y mandamientos humanos que no pueden salvar (Mateo 15:9). Para comenzar, asegúrese que el plan de salvación que sigue esté en armonía con la Palabra santa de Dios. El plan de Dios incluye cinco pasos: aprender el Evangelio (Romanos 10:17), creer en Jesús como el Hijo de Dios (Juan 3:16), arrepentirse de los pecados (Hechos 2:38), confesar la fe en Cristo (Mateo 10:32-33; Hechos 8:37) y sumergirse en agua para el perdón de pecados (Marcos 16:15-16; Romanos 6:3-4).

Algunos no se arrepienten porque son orgullos y obstinados (Lucas 18:9-14). “Antes del quebrantamiento es la soberbia” (Proverbios 16:18), así que asegúrese que esto no evite su entrada al cielo. No se preocupe tanto de lo que otros piensen de usted, sino de lo que Dios piensa de usted.

Algunos no se arrepienten porque les gusta demasiado un pecado particular. La puerta al cielo es lo suficiente estrecha como para entrar dejando atrás todos los pecados (Lucas 13:23-24). Algunos llegarían al cristianismo excepto que les gusta demasiado el juego de apuestas como para dejarlo; otros obedecerían pero no pueden dejar una relación adúltera; otros no pueden dejar las drogas o el alcohol. El joven rico amaba demasiado las riquezas y las cosas. Cuando se le ofreció un lugar en el reino, renunció al ofrecimiento y “se fue triste” (Mateo 19:16-22). Recuerde: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13).

Una pequeña niña vio un collar de “perlas” que quería mucho. Costaba dos dólares, pero su mamá dijo “no”. Al ver que la niña lo quería tanto, dijo que podía comprarlo con el dinero de su alcancía. Su hija se alegró mucho.

Ella no tenía lo suficiente para cubrir el costo, así que hizo tareas domésticas extras y usó el dólar que su abuela le dio por su cumpleaños para comprar el collar. Ella lo llevaba a todo lugar. Nunca se lo quitaba, excepto para bañarse y nadar (ya que su mamá le dijo que se volvería verde si se mojaba).

Una noche su papá fue a su cuarto a leerle una historia, lo cual era su costumbre cada noche. Cuando terminó, oraron juntos, y él le preguntó: “¿Puedo tener tu collar de perlas?”. Ella se sorprendió. Luego dijo: “No, papá, pero puedes tener mi poni rosado favorito”. Él respondió, “No hay problema”, y le besó.

Unos pocos días después le sorprendió otra vez preguntándole si podía tener su collar. Una vez más ella dijo “no”, pero le ofreció su muñeca nueva que recibió en su cumpleaños. Otra vez, él dijo que no había ningún problema y le besó.

La siguiente noche su padre le vio llorando en la cama cuando entró. Preguntó: “¿Qué pasa, cariño?”. Ella levantó su mano y dijo a su papá: “Aquí está, papá, quiero que tengas esto”. Él miró el collar en la mano de su hija. Lo tomó con una mano, y metió su otra mano en su bolsillo y sacó una caja pequeña. La abrió y sacó un collar de perlas genuino y se lo dio. Luego le dijo: “Quería que me des el collar para poderte dar uno de perlas verdadero”.

Dios tiene Su mano en Su “bolsillo”. ¿Quiere hacerle un cambio?