¿Existen Apóstoles Hoy?

Pregunta:

“Algunos líderes religiosos reclaman el título ‘apóstoles’. ¿Tiene la iglesia del Señor ‘apóstoles modernos’? Y ¿qué hay de estos líderes religiosos que se consideran apóstoles?”.

Respuesta:

Aunque el mundo religioso moderno no usa comúnmente o extensamente el término “apóstoles” para sus líderes religiosos, hay algunos que reclaman serlo en el tiempo moderno—desde los “Guillermos Maldonados” del pentecostalismo hasta los papas del catolicismo. Sin embargo, existe evidencia bíblica amplia que limita el apostolado al periodo del ministerio de Jesucristo y los primeros años de la iglesia en el primer siglo, como también a un grupo selecto de hombres sin sucesión continua. Considere los siguientes puntos:

  • La palabra griega del Nuevo Testamento que se usa para “apóstol” es apostolos. Esta palabra significa “uno enviado” (Vine, 1999, 2:76), y subraya su autorización y comisión, como en el caso de un embajador (vea Robinson, 1979, 1:192). Aunque también tiene el sentido general de “mensajero” (cf. Hechos 14:14; 2 Corintios 8:23), la vasta mayoría de referencias en el Nuevo Testamento se limita a los doce apóstoles y a Pablo, estableciendo únicamente para ellos su sentido oficial.
  • Los “Doce” es un título que se usa intercambiablemente con el oficio del apostolado (cf. Mateo 26:20; Marcos 4:10; 6:7; Lucas 22:3; Juan 6:70; 20:24). Note que Pablo indicó que Jesús apareció “a los doce” después de Su resurrección (1 Corintios 15:5), incluso cuando para ese tiempo Judas ya había muerto. Aunque los “Doce” no está limitado a una cifra literal, este número todavía es relevante, ya que era el número original de los discípulos especiales que Jesús comisionó durante Su ministerio (Mateo 10:1-4), y ya que era el número que sería satisfecho nuevamente cuando Matías tomara el lugar de Judas (Hechos 1:12-26). Por toda la Biblia, cuando se usa numerales para describir distintivamente a cierto grupo o sistema, se evita la inclusión adicional con el fin de conservar la singularidad y conexión numérica. [Por ejemplo, los “diez mandamientos” (Éxodo 34:28) hace referencia al conjunto de reglas bosquejado en Éxodo 20; las “doce tribus de Israel” (Éxodo 24:4) hace referencia a los descendientes de Jacob (Génesis 49:28). Por ende, reclamar ser parte de los “Doce” (un apóstol) sería equivalente a reclamar ser parte de las “Doce Tribus de Israel” (un patriarca israelita—Hechos 7:8)]. En el caso del apostolado, este es el número que fue reconocido en el primer siglo, y es el número que seguirá reconociéndose hasta la Segunda Venida del Señor (Apocalipsis 21:14).
  • Hay algunos términos de pertenencia que perderían su valor doctrinal y singular si es que el oficio del apostolado tuviera una naturaleza continua. El Nuevo Testamento habla de “la doctrina de los apóstoles” (Hechos 2:42). Esta es la enseñanza que los apóstoles impartieron en el primer siglo, y la cual los primeros cristianos habían aprendido (cf. Romanos 16:17; 2 Tesalonicenses 2:15; 2 Timoteo 3:10). Había sido “una vez dada a los santos” (Judas 3). La idea de la sucesión apostólica abre las puertas a la aceptación de doctrinas adicionales que discrepan con la doctrina de los apóstoles (cf. Gálatas 1:8-9; 1 Timoteo 1:3; 4:1). También se habla del “fundamento de los apóstoles” (Efesios 2:20). Este es el fundamento que los apóstoles pusieron en el primer siglo (cf. 1 Corintios 3:10-11). La demanda de un apostolado moderno implica que los apóstoles del primer siglo fallaron en poner el fundamento de la iglesia.
  • Como en el caso de otros ministerios de la iglesia (e.g., el obispado—1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-9), el apostolado requería un conjunto de requisitos que se debían cumplir. En la inclusión de Matías al apostolado, Pedro declaró: “Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección” (Hechos 1:21-22, énfasis añadido). Estos requisitos necesarios incluían: (1) haber tenido una relación continua con el Señor—en el sentido de haber aprendido de Él; (2) haber sido testigo de Su resurrección; (3) haber sido seleccionado directamente por el Señor o el Espíritu Santo (Mateo 10:1-4; Hechos 1:24); y (4) haber sido dotado de poder especial para realizar milagros e impartir dones milagrosos (Hechos 2:43; 5:12; 8:14-18; 19:6; Romanos 1:11). Desde luego, nadie cumple estos requisitos en el tiempo moderno, como también veremos más adelante. [Note que incluso Pablo reunió los requisitos del apostolado al ser elegido personalmente por el Señor (Hechos 9:15; Romanos 1:1-5), aprender el Evangelio por revelación directa del Señor (Gálatas 1:11-12), ser testigo del Cristo resucitado (Hechos 9:3-5; 22:6-8) y ser dotado de poder milagroso distintivo (Romanos 1:11; 2 Timoteo 1:6)].
  • El apostolado fue un oficio tan exclusivo que se requirió una profecía bíblica para garantizar la autorización divina del reemplazo de Judas al incluir a un miembro más en el número de los Doce; en otras palabras, ni los apóstoles, ni ningún cristiano en particular o grupo de cristianos, reclamaron la prerrogativa de nombrar una sucesión apostólica. Pedro señaló la excepción profética en el caso de Judas: “Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y: Tome otro su oficio” (Hechos 1:20, énfasis añadido; cf. Salmos 109:8). La razón detrás de la profecía fue que Judas se convirtió en apóstata y traidor, y por ende, fue indigno de continuar siendo considerado como parte de los Doce (cf. vs. 25). En contraste, note que a la muerte del fiel apóstol Jacobo en manos de Herodes (Hechos 12:2), los demás apóstoles no se reunieron para buscarle un sucesor en el apostolado. La siguiente pregunta es apropiada en este punto: “¿Qué profecía bíblica pueden los “apóstoles modernos” presentar que sostenga su oficio al apostolado?”.
  • La elección al apostolado nunca se estableció por conducto o reclamación humana. Incluso en la reunión en Hechos 1 donde los once apóstoles estuvieron presentes, se oró para que Dios mostrara a quién había elegido (vs. 24). Después de analizar la construcción gramatical, el erudito en griego, A.T. Robertson, concluyó: “[E]llos asumieron que Dios ha hecho una elección. Ellos solamente quieren saber su voluntad” (s.d.). La elección del sucesor de Judas ya había estado en la mente de Dios desde antes de la fundación del mundo, y Su revelación escrita había registrado Su voluntad al respecto algo de 1,000 años antes del suceso (Salmos 109:8). Lo único que ellos querían es que Dios “les señalara [a quién había escogido—MP], de alguna manera u otra, para que estuvieran seguros de la mente y voluntad de Dios, y para que actuaran en armonía con ella” (Gill, s.d.).
  • Al listar a los testigos de la resurrección del Señor, Pablo señaló que Jesús se le apareció después de aparecer a todos los otros testigos (1 Corintios 15:8)—después de Su ascensión al cielo (Hechos 9:3-6; 9:17). Para el tiempo de la escritura a la iglesia en Corinto, aproximadamente 35 años después de la resurrección de Jesús, el apóstol todavía se consideraba como el último en atestiguar tal resurrección; esto parece indicar que Jesús no realizó ninguna aparición personal (no simplemente una visión subjetiva) a ninguna persona después de Su ascensión, aparte de Pablo (cf. 1 Corintios 9:1). Este punto es esencial en esta discusión ya que se debe recordar que los apóstoles debían ser testigos de la resurrección de Jesús (Hechos 1:22).
  • Uno de los ministerios del apostolado se relacionaba a la proclamación y producción de las Escrituras del Nuevo Testamento en armonía con lo que se había recibido del Señor. El Señor les había prometido enviar al Espíritu Santo, Quien les enseñaría todas las cosas y les recordaría todo lo que el Señor les había dicho (Juan 14:26; cf. Rushmore, 2013). Por inspiración divina, ellos enseñarían de acuerdo a lo que había sido atado o desatado en el cielo (Mateo 16:19; 18:18; cf. Robertson, s.d.). Tal revelación divina a través de los apóstoles se completó en el primer siglo; la revelación de profecías llegaron a su fin con la producción completa de las Escrituras (cf. 1 Corintios 13:8-10); ahora tenemos todas las instrucciones bíblicas que necesitamos (2 Pedro 1:3). Las “revelaciones” de los apóstoles modernos carecen de la guía infalible del Espíritu Santo, y comúnmente se oponen al mensaje registrado fielmente por los apóstoles y profetas bíblicos.
  • Como prueba de su apostolado, Pablo apeló a las “señales de apóstol” que había realizado entre los hermanos en Corinto (2 Corintios 12:12). Él no había sido menos que ningún otro de los apóstoles (vs. 11); había demostrado sus credenciales por medio de “señales, prodigios y milagros” (vs. 12). Desde luego, los apóstoles modernos reclaman hacer milagros, pero sus “sanidades” se limitan a dolores de cabeza, estrés y otros síntomas internos que no se pueden verificar; los apóstoles verdaderos incluso levantaron muertos (Hechos 9:36-41; 20:9-10). Cuando sus sanidades fallan, los apóstoles modernos justifican su fracaso al declarar que el receptor carece de fe suficiente; los apóstoles verdaderos sanaron a personas que tuvieron fe como a aquellas que no la tuvieron (cf. Hechos 3:1-10; 16:16-18). [Jesús sugirió que el fracaso de sanar a alguien tenía que ver con la fe pobre del sanador (Mateo 17:18-20)]. Los “milagros” de los apóstoles modernos se limitan a su grupo de feligreses; los verdaderos apóstoles realizaron milagros para todo el pueblo (Hechos 5:14-16). Los “dones de lenguas” de los apóstoles modernos no son nada más que un balbuceo carente de significado; los apóstoles verdaderos hablaron en lenguajes humanos entendibles que no habían aprendido previamente (cf. Hechos 2:4-11).
  • Una característica milagrosa y distintiva del oficio apostólico era la capacidad de transmitir dones espirituales; ellos no solamente podían realizar maravillas impresionantes, sino también podían extender poder intransferible a otros para dotarles de algún ejercicio milagroso. Cuando en Jerusalén se oyó que los samaritanos habían recibido el Evangelio, se envió a los apóstoles Pedro y Juan para imponer las manos en los creyentes con el fin de que ellos recibieran dones del Espíritu (Hechos 8:14-17). Esta capacidad distintiva de los apóstoles produjo la codicia de Simón, un ex mago que había engañado a la gente de Samaria (vss. 18-21). Los apóstoles verdaderos extendieron poder milagroso al imponer sus manos en los creyentes (cf. Hechos 19:6; Romanos 1:11; 2 Timoteo 1:6); por otra parte, los apóstoles modernos no pueden extender poder milagroso a otros ya que ellos mismos carecen de poder milagroso auténtico.

CONCLUSIÓN

Debido a la evidencia bíblica, como también a las incongruencias de cualquier sistema apostólico moderno, se puede llegar a las siguientes conclusiones: (1) El oficio apostólico estuvo limitado a un tiempo específico (el primer siglo) y a un grupo específico (los doce apóstoles originales que Jesús escogió durante Su ministerio, Matías y Pablo). Estos son los únicos apóstoles que la iglesia del Señor tiene. (2) Los apóstoles modernos no reúnen las características de los apóstoles verdaderos del Señor; por ende, son impostores religiosos que se aprovechan de la credulidad ingenua de la comunidad religiosa. Las palabras de un verdadero apóstol se aplican adecuadamente a aquellos que hoy han usurpado este oficio memorable pasado: “[É]stos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo” (2 Corintios 11:13).

Referencias

Gill, John (sine data), Exposición de la Biblia Completa [Exposition of the Entire Bible] (Base Electrónica E-Sword).

Roberton, A.T. (sine data), Descripción de Palabras [Word Pictures] (Base Electrónica E-Sword).

Robinson, W.C. (1979), “Apóstol” [“Apostle”], La Enciclopedia Bíblica Estándar Internacional [The International Standard Bible Encyclopedia], eds. Geoffrey Bromiley, et.al. (Grand Rapids, MI: Eerdmans).

Rushmore, Louis (2013), “El Bautismo del Espíritu Santo”, Enfoque Bíblico, http://ebglobal.org/inicio/el-bautismo-del-espiritu-santo.html.

Vine, W.E. (1999), Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo (Colombia: Caribe).