Los 5 Pasos de la Salvación: Confesar

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Los periódicos sensacionalistas, la televisión por cable y el lado oscuro del Internet han hecho gran lucro de lo que se conoce como “confesiones verdaderas”. Irónicamente, a menudo esas confesiones son inventadas, o cuando son verdaderas, pertenecen a la categoría que las Escrituras describen como tan vergonzosas como para hablar de ellas (Efesios 5:12).

Sin embargo, hay un lugar para las confesiones verdaderas. De hecho, a Dios Le gustan las confesiones verdaderas. Él las nota; las colecciona; las celebra. Quiere que cada persona realice una. La confesión verdadera que Dios espera es la que el tesorero de Etiopía declaró muchos años atrás: “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios” (Hechos 8:37). Dios quiere escuchar esto de cada boca, incluyendo la mía y la suya (Éxodo 4:11).

En este artículo, analicemos el pasaje que es probablemente el más grande en el Nuevo Testamento en cuanto a la confesión de Cristo:

[S]i confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación (Romanos 10:9-10).

La confesión verdadera es una declaración pública de una convicción interna.

Romanos 10:9-10 muestra que la confesión involucra la mente y la boca. Es intelectual, audible, verbal y emocional (Romanos 1:16; 10:11). No es esencial confesar ante una gran multitud (aunque no se debería tener vergüenza de hacer eso), ya que se menciona solamente a Felipe en la confesión del etíope (Hechos 8:37), pero no es una confesión de fe si nadie la escucha. Es posible tener una confesión sin convicción, y es posible tener convicción sin confesión (Juan 12:42-43). Para ser aceptables delante de Dios, debemos tener convicción y confesión.

La confesión verdadera es un reconocimiento de Jesús como el Hijo de Dios y el Mesías.

Nuestro pasaje dice que debemos confesar a “Jesús”. En el contexto de Romanos 10, Pablo estuvo hablando del rechazo judío de Jesús como el Mesías. Estuvo instando a los lectores judíos a reconsiderar esta decisión ya que la salvación depende de lo que se decide en cuanto a la identidad de Jesús (Juan 8:24).

Jesús quiere saber la respuesta de cada persona a la pregunta que hizo primero a Sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mateo 16:15). El propósito del Nuevo Testamento es proveer suficiente evidencia de esa verdad esencial (Juan 20:30-31). Hace referencia a Jesús como “Salvador” 16 veces (Lucas 2:11; Juan 4:42; Hechos 5:31; 13:23; Efesios 5:23; Filipenses 3:20; 2 Timoteo 1:10; Tito 1:4; 2:13; 3:6; 2 Pedro 1:1,11; 2:20; 3:2,18; 1 Juan 4:14). Al investigar imparcialmente las Escrituras, podemos encontrar evidencia irrefutable para unirnos a Pedro y declarar: “Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6:69).

La confesión verdadera es una promesa personal de lealtad a Jesús.

Nuestro texto dice que debemos confesar que “Jesús es el Señor” (Romanos 10:9; cf. Juan 20:28). Al hacerlo, se afirma que se cree que Jesús es el Salvador (significado de “Jesús”) vivo (resucitado), y que es nuestro Amo (significado de “Señor”).

Desde luego, Jesús tiene toda autoridad sobre nosotros sea que lo admitamos o no (Mateo 28:18), pero si nos sometemos a Él ahora, Él nos bendecirá con la salvación. Llegará el tiempo en que “toda rodilla” se doblará, y “toda lengua” confesará que “Jesucristo es el Señor” (Filipenses 2:10-11). Si no Le hemos confesado con disposición aquí, entonces Le confesaremos con tristeza allá. Si no Le hemos confesado para ser salvos, Le confesaremos en nuestra condenación (2 Timoteo 2:12; cf. Mateo 25:10-13).

La confesión verdadera es un paso más en el camino hacia la salvación.

Nuestro texto dice que “con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10). La confesión de fe de una persona en Jesús como el Hijo de Dios es tan esencial como la fe misma (cf. 1 Juan 2:18-23; 4:1-3,15). Tal confesión agrada a Cristo. Cuando Pedro confesó, “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, Jesús estuvo complacido y respondió: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:16-17).

Desde luego, hay otros pasos en la salvación. Ningún versículo individual, sea Romanos 10:9-10 o cualquier otro, contiene todo el plan de salvación de Dios. Por ejemplo, este pasaje no menciona el arrepentimiento, lo cual Jesús dijo que es esencial (Lucas 13:3).

El Nuevo Testamento presenta cinco pasos en la salvación. Listados alfabéticamente, son el arrepentimiento, el bautismo, la confesión, la escucha y la fe.

¿En qué orden se debe realizar los pasos de la salvación?

  • Ya que Jesús dijo, “El que creyere y fuere bautizado, será salvo” (Marcos 16:16), sabemos que la fe precede al bautismo (esto descarta el bautismo de bebés).
  • Ya que Pedro dijo, “Arrepentíos, y bautícese” (Hechos 2:38), sabemos que el arrepentimiento también precede al bautismo. Lógicamente, nadie se arrepentirá hasta que no crea, ya que la creencia es la motivación para el cambio, así que el orden debe ser la fe, el arrepentimiento y el bautismo.
  • Ya que la creencia en el corazón precede a la confesión con la boca (Romanos 10:10), sabemos que la creencia precede a la confesión. Lógicamente, la confesión debe seguir a la fe (ya que eso es lo que expresa) y preceder al bautismo (así que el que bautiza sabe que está bautizando a un creyente, Hechos 8:36-37). Es posible que alguien confiese su fe antes de arrepentirse, pero él no puede presentar un voto de lealtad a Cristo si no ha abandonado el mundo. Así que el orden es la fe, el arrepentimiento, la confesión y el bautismo.
  • Ya que la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios (Romanos 10:17), sabemos que la escucha precede a la fe. Alguien no puede confesar algo que no sabe. Así que el orden final debe ser: oír, creer, arrepentirse, confesar y bautizarse.

Dios todavía tiene el negocio de la salvación. ¡Qué gozo producirá alrededor del trono de Dios cuando su confesión verdadera haga eco en los pasillos del cielo!