¡El Bautismo No Es para Todos!

Externamente y sin ninguna conexión con su significado bíblico verdadero, el bautismo es simplemente una sumersión en el agua o una tina, que por mucho solamente puede lavar el cuerpo físico. El apóstol Pedro señaló que para el que observa el bautismo superficialmente, este acto puede parecer simplemente un baño. Pero también afirmó que el bautismo bíblico da como resultado la limpieza de la conciencia ya que salva al alma del pecado: “…los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo” (1 Pedro 3:20-21).

Obviamente, cada alma responsable necesita ser bautizada para la remisión o lavamiento de los pecados (Hechos 2:38; 22:16). Sin embargo, ¡el bautismo no es para todos! Las personas que son demasiado jóvenes o que tienen discapacidad mental no necesitan el bautismo y no pueden escoger conscientemente este acto. Los bebés nacen sin pecado (Ezequiel 18:20), y Dios imputa a la gente de pecado cuando alcanza una edad de responsabilidad personal por sus propias acciones (Ezequiel 28:15). Los bebés y otras personas como ellos no pueden responder reflexivamente a los mandamientos de la creencia, el arrepentimiento y la confesión, y luego someterse voluntariamente al bautismo.

Además, el bautismo no tiene valor para aquellas personas que no obedecen al Evangelio completo (2 Tesalonicenses 1:8; 1 Pedro 4:17), respetando los mandamientos que preceden al bautismo: la escucha de la Palabra sin adulteración de dogmas humanos (Romanos 10:17; Gálatas 1:6-9); la creencia en Jesús de Nazaret como el Hijo de Dios, el Mesías y el Salvador (Juan 8:24); el arrepentimiento o abandono del pecado (Lucas 13:3); y la confesión en Jesús como el Cristo (Mateo 10:32; Romanos 10:9-10). Sin la Palabra de Dios (el Nuevo Testamento en que vivimos hoy), la fe o la creencia, el arrepentimiento y la confesión, el bautismo no es más que simplemente un baño. Por ende, el bautismo no es para todos.

Hay otro elemento de la humanidad para quienes el bautismo bíblico no es una solución. Las listas de muchas congregaciones han sido llenas de gente que ha sido presionada al bautismo, pero que al mismo tiempo no exhibe verdadera conversión a Cristo. En su celo de evangelizar, frecuentemente algunos han optado por la cantidad y los números en vez de la conversión. ¡Esto es una vergüenza!

Algunos en la hermandad han reducido la importancia de la fe, el arrepentimiento y la confesión, y al mismo tiempo han exaltado la actividad del bautismo como si esta fuera la acción única que por sí sola resultará en la salvación. Esto ha generado creyentes sin conversión verdadera. Por ejemplo, el bautismo no es para el que continúa en la práctica de la poligamia. El bautismo no transforma mágicamente a un matrimonio adúltero en algo que agrada a Dios. El bautismo no es para aquellos que desean seguir creyendo que Jesús es simplemente un hombre bueno o un profeta, pero que niegan Su deidad. No es para aquellos que quieren añadir al Dios de la Biblia a su lista de ídolos del hinduismo o el budismo. Pero tales cosas son el resultado del esfuerzo de algunos que buscan cantidad y número en vez de calidad y conversión. Las estadísticas grandes de bautismos pueden ser impresionantes para muchos, y pueden ayudar a otros a recaudar fondos, pero lo cierto es que el bautismo no es para todos.

Un modelo diferente de evangelismo aparece en el Nuevo Testamento: Los cristianos del Nuevo Testamento buscaron conversiones, no simplemente bautismos. En vez de una respuesta puramente emocional, se mandó a los oyentes que primeramente respondieran al llamado del Evangelio (Hechos 10:48) basados en el compromiso. En vez de presionarles, ¡los candidatos al bautismo fueron los que generalmente requirieron el bautismo! “Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?” (Hechos 8:36).

En vez de singularizar el bautismo—lo cual es esencial para la redención, el apóstol enfatizó la enseñanza y predicación del Evangelio: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo” (1 Corintios 1:17). Después que se predicaba adecuadamente la Palabra a la gente, entonces las almas penitentes respondían al bautismo por su propia voluntad. “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo… Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:37-38,41).

Puede parecer que el bautismo es una ocasión de un baño público, pero en realidad, limpia la conciencia y el alma del pecado. Ciertamente Dios quiere que todos sean salvos (2 Pedro 3:9), y por ende, toda persona responsable debe ser bautizada para la remisión de pecados (Hechos 2:38). Pero antes del bautismo, las personas deben escuchar la Palabra de Dios (Romanos 10:17), creer que Jesús es el Cristo (Juan 8:24), arrepentirse de los pecados (Lucas 13:3) y confesar a Jesús como el Señor (Mateo 8:32; Hechos 8:37). En vez de permitir que se les presione al bautismo, los candidatos a la conversión deben ser proactivos según sus convicciones bíblicas. La fe cristiana verdadera (1) anulará la lealtad a los credos humanos, (2) reconocerá solamente a Jesucristo como el “solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores” (1 Timoteo 6:15), (3) pondrá a un lado, a través del arrepentimiento, cualquier pecado en la vida (sea la poligamia, el adulterio, etc.), (4) no permitirá la igualdad de Jesucristo al nivel de los ídolos, y (5) prevendrá la suposición de que se puede ser un cristiano verdadero y a la misma vez miembro de una religión de hombres o una denominación.

En el cristianismo verdadero, la calidad triunfa sobre la cantidad, y la convicción y el compromiso triunfa sobre la respuesta emocional. Los verdaderos convertidos al cristianismo no necesitan ser entretenidos, presionados o engatusados para llegar al bautismo. En cambio, la predicación adecuada del Evangelio de Jesús dará como resultado conversión verdadera. El bautismo no es para todos, pero es una parte esencial de la obediencia por la cual Jesús nos salva. “[Y] habiendo sido perfeccionado, [Jesús ] vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:9, énfasis añadido).